Celebrando con un jugo de lechoza
Nada extraordinario. ¿Cuántos cumplen hoy conmigo? Sin
embargo, para cada uno de nosotros tiene un significado diferente. Para mí, es
un día especial. Sobre todo, porque cuando cumplí los ocho, en esas ocurrencias
que tienen los niños cuando oyen hablar de treinta años, me parecía que llegar
a esa edad era toda una proeza, aunque ese no fuera el término empleado. Apenas
comenzaba a nadar en las aguas del aprendizaje. Sigo, y seguiré, nadando en
ellas, hasta el fin de mis días. Cuando llegué a los quince, parecía que
faltaba mucho. De pronto, me vi en los treinta. Luego, como en la corriente rápida
de un río, desemboqué en los cuarenta. Casi sin darme cuenta, ¡Upa!, los
cincuenta y… ¡Ay, tía!, como dicen mis sobrinos, hoy llego a la meta de los
sesenta. Una cifra que para ellos es algo así como el acabose. Los comprendo,
yo también creía lo mismo. Se me vienen las palabras de mamá el día que llegó a
los ochenta: “Es curioso, me asomo al espejo y veo a una viejecita, pero, por
dentro, no lo siento así”. También la comprendo. El espejo es una cosa, el espíritu
otra.
Mi madre y yo
¿Por qué es un día especial? Debo caer en un lugar común: Se cierra un ciclo y comienza otro. Más
allá de eso, porque me siento contenta. Miro hacia atrás, y doy gracias por lo
que he vivido. Miro dentro de mí, y me gusta lo que veo, a pesar de mis
aciertos y desconciertos, de los porrazos que me he llevado. Errores, ¡cuántos
he cometido! (¿Cuántos más cometeré?) Reza el refrán: Errar es de humanos. Si eso es así, entonces, yo he sido el más
humano de los humanos. No me gustaría seguir cometiéndolos. ¿Existe un límite?
¿He aprendido de ellos? Aun me falta por aprender. Ya lo dije: la vida es un
aprendizaje continuo. ¿Cuánto tiempo me queda? Que lo diga la Campana de Gauss,
o el Magno Señor de los Cielos. Para mí, el que sea será suficiente, digno de
ser vivido, de seguir soñando, de proponerme nuevas metas. Eso me hace querer
seguir viviendo, sin preocuparme por el mal etiquetado fin. ¿Acaso la muerte no
es parte de todo esto?
Las mujeres al poder,
con mis hermanas y mi mamá
Me causa gracia cuando pienso: ¡Qué rápido pasaron! Si me pongo a sacar cuentas… Fui testigo de la
caída de la Dictadura en el país, a finales de los cincuenta, del terremoto que
sacudió a Caracas y la llegada del hombre a la luna, en la década de los
sesenta; aunque era una niña, leí sobre los efectos de la Talidomina, Marilyn Monroe
y la muerte de Kennedy; usé hot pants y minifaldas; compré los long plays de
los Beatles, los Roling Stones, los Guess Who; bailé en las fiestas del Círculo
Militar y el Club de Sub Oficiales, amenizadas con las orquesta de La Billos
Caracas Boys y Los Melódicos; me sentí subyugada por el movimiento hippie, el
Festival de Woodstock y la Isla de Whight; accedí a los primeros discos
compactos, a las primeras computadoras y a los primeros celulares; amanecí en las discotecas de modas, al son de
la música italiana, del Festival de San Remo, de la música disco, de Gloria
Gaynor, de Donna Sumer y del vozarrón sensual de Barry White; se casó Diana
Spencer con el Príncipe Carlos, Murió Elvis Presley, asesinaron a John Lennon; aparece el Sida, explota la base nuclear de
Chernobyl, cae el Muro de Berlín… No continúo porque me canso.
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Al mismo tiempo, me gradué, crecieron mis hermanos, se
casaron, tuvieron hijos. Ahora mis sobrinos son jóvenes que buscan su propio
rumbo y sus propias familias. Doy Gracias al cielo por la madre, los hermanos,
los cuñados, los sobrinos, en definitiva, por la gran familia que tengo. Tuve
problemas, nunca me faltó la mano solidaria. He amado, infinitamente. He sido
amada, como nunca lo esperé. He trabajado mucho, y mucho he disfrutado. He
viajado. He hecho buenos amigos, reales y virtuales. Conservo grandes amigos de
la infancia, de la secundaria, de la universidad, del trabajo y de Internet. El
gran invento de Internet me hizo volar a otras latitudes para conocer
personalmente a esos hombres y mujeres que, sin proponérselo, cambiaron mi vida
y me volvieron a mi primer sueño: Escribir. Un sueño que, más que publicar, busca
liberar ese deseo de niña que, pensaba, nunca sería posible. Entonces, ¿cómo no
creer en la amistad?
Con parte de mis sobrinos adorados
Nunca me gustaron las ataduras sociales ni del pensamiento. Así
cifré mi vida y así la he vivido. ¿Cómo me siento hoy? Un pájaro. Que vengan
los años que me queden por vivir. Mi
compromiso personal, pasarlos lo mejor posible. Si en el próximo minuto, no hay
nada más, pues, continuaré el vuelo, en plena libertad.
Termino con este hermoso
poema:
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Amado Nervo