viernes, 20 de septiembre de 2013

A LOS 60, UN BRINDIS CON HUMOR


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Abro mis correos y leo, de una gran amiga escritora, lo siguiente:
Este es mi regalo de cumpleaños para ti. Bienvenida a la Tercera Edad y que te sea leveeee...

Siempre le temí a ese adjetivo horrendo, feo, grueso y contundente: SEXAGENARIA. Nunca imaginé que, a esa edad, iba a caminar con tanta gracia y desenfado, enfundada en mis 60 años, y embutidos mis pies en tacones altos, tan muerta de la risa, lidiando con mi estructura, desde la nuca hasta los dedos de los pies, con más concentración que nunca, disimulando la fascitis plantar, el espolón y el dolor lacerante del dedo martillo y los juanetes. Conservo, además, una amplia e  irresistible sonrisa. Y la mantengo a pesar del rictus (código de barra) que se me instaló per se, sobre el labio superior, así como las 7 prótesis que embellecen mi dentadura. No obstante las miserias del cuerpo: el  lumbago, la ciática, las incontinencias, los dolores musculares, el decaimiento, el reumatismo, la migraña, la gota, las varices, la hernia discal, el lumbago, la esclerosis, la artritis, la osteopenia severa, la ileitis,  la orquitis, las almorranas, los divertículos, la artrosis, la fibromialgia, y los túneles carpianos comprimidos, tengo días estelares.... gloriosos, que me invaden el alma de autoternuras. Tener la tácita voluntad de construir, a estas alturas del partido existencial, una personalidad atrayente. Es un sacrificio tan enorme, que sólo puede haber una  razón: la férrea determinación de mantener mi señorío. Y funcione o no funcione, ver que se pierde al marido. Para esto  debo seguir siendo estoica, reanudar cotidianamente mi voto de silencio, reprimiendo el deseo de informar constantemente mis padecimientos. Hay mañanas que envejecer no me preocupa lo más mínimo. Siento que no estoy ya maniatada por el aparentar y sólo le doy valor a mi bienestar espiritual.  Pienso que soy una diosa, una elegida, que vivo en el lujo y en la abundancia: bañarme, comer, danzar, asistir a mis clases de yoga...., con los sentidos prestos a los latidos de todo lo que me genera felicidad: La música, el aire, la tierra, los ríos, el mar y la maravillosa luz del sol. Incluso reconozco en mi madurez una tabla de salvación, convencida de que cuando no fui feliz, fue sólo porque no me dio la gana. En esta sexta década decidí ocuparme de mi misma. La vida se me ha vuelto una celebración dionisíaca, justamente por esta extraordinaria oportunidad (¡seis décadas!) de continuar formando parte del espectáculo de la existencia, no obstante los excesos de mi pasado... y ROMPE SARAGÜEY, TARARARIRARA. SARAGÜEY ROMPE!!! La providencia  me lo permitió y hoy por hoy, aunque ya no soy joven cronológicamente, nunca antes había sido tan intensa y profunda, y tan dispuesta a vacilarme esta vida: se acabó el ardid de la bufanda y el cuello de tortuga, el truco del sostén que levanta los pechos, perdí el pánico por las arrugas y no me afecta el tamaño de mi abdomen. Mi andar garboso se quiebra demasiado a menudo    por el traqueo de mis tobillos, con la autosacada de madre respectiva. Pero la cosa no acaba aquí. Mi mesa de noche, en la que antes  reposaba, si acaso, mi libro de cabecera y la caja de unos bombones, tuve que cambiarla por un secreter en el que guardo, ya no mis cartas, mis fotos y mis pinturas de uñas, sino el arsenal de fármacos, el mentol chino, el árnica, el vick vaporub, la glucosamina, el Lexotanil, el alcanfor, el Scheriproct, la Atorvastatina, el Omega 3, la  uña de gato, la Fluoxetina y el Breinox para la memoria; esto sin contar con los ovillos de crochet, el tejido de punto y  el macramé, que vinieron, gracias al Altísimo, a salvarme de la ansiedad típica de las horas nocturnas, noches en las que la vejez empieza a hacerse presente en toda mi osamenta, en forma de ácido de batería que, como río subterráneo  desmineralizado, recorre mis venas. Ojala acabe de pasar este frío de invierno, porque mis articulaciones se volvieron un perfecto y exacto barómetro para medir el clima presente. A pesar de todo, los castigos del tiempo no me inquietan en lo más mínimo, jijijij.

Mercedes Castillo

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