lunes, 18 de julio de 2016

LA MUÑECA OLVIDADA - Pilar Galindo Salmerón

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El día y los niños han empezado a abandonar la playa. El mutis del sol va pintando el cielo de naranjas y azules. La marcha de los chiquillos, arrastrando tras de sí su bolsa de juguetes, llena de silencio y melancolía el atardecer. Tirada en la arena, olvidada, ha quedado una muñeca de trapo, de ojos negros y asustados. Oigo su llamada de auxilio, sujeto su manita tendida, la cobijo junto a mi pecho.

Ahora estamos solas la muñeca y yo.
Tenía pocos años, ignoraba la falsedad de las almas y las tretas de la vida. Miraba de frente y creía en las palabras. Cuando el amor que se juraba eterno germinó en mi vientre, no me quedó más  que descubrir la otra cara de las cosas. Tuve miedo, así que  corrí  a guarecerme en los brazos de él. Pero no lo encontré. Más asustado que yo, había ido a ocultarse en la madriguera. Igual que un conejo perseguido.
Los míos sí me dieron cobijo; con delicadeza, para no herirme, fueron separando los sueños de la realidad; el problema quedó desnudo, tendido en una camilla blanca. Era lo mejor,  mi vida entera iba a  resentirse si seguía incubando aquel amor que había sido mentira. Continuarás tus estudios, dijeron, te labrarás un porvenir, conocerás el auténtico cariño.  Aquello sólo había sido un ensayo sin importancia.     
Cuando todo pasó, además de un vago malestar en el vientre, sentí un frío mortal. Yo era una muñeca de nieve, insensible y cauta, que sólo hielo desprendía. Maduré tanto en unos días, que mis compañeras de la facultad, mis amigas de siempre, me parecieron niñas jugando a cosas de mayores. Y las miradas de ellos, que sugerían amores, resbalaban sobre mí sin dejar huella.  Si después de haber compartido tantos sueños,  él se marchó, ¿qué no harían ellos?   
Parece que los míos habían tenido razón; terminé mis estudios, encontré un trabajo, conocí a otro él. Un hombre que también hablaba de sentimientos que durarían siempre, que empeñaba su palabra, ¡Ah, los juramentos! Sin embargo, el tiempo al pasar me había deshelado el alma, ya no lloraba nieve sino lágrimas. Y pude sonreír. El nuevo amor eterno germinó en mi vientre y, esta vez sí,  todos fueron felices, hasta yo, por la buena noticia. Un hijo es algo tan hermoso…
Ahora tengo tres niños a los que adoro y un marido a mi lado que, hasta ahora, no ha echado a correr. Me habría gustado tener una hija, pero..., no todo puede ser perfecto.
En esta tarde azulada, casi de otoño, sujeto la mano que me tiende esta triste muñeca olvidada y la aprieto con fuerza.
Es mi muñeca rota. Yo la rompí.
Pilar Galindo Salmerón
España
Imagen: es.123rf.com

3 comentarios:

  1. Pilar, una genia. Me gusta leer y releer tus cuentos. Tan creíbles, tan humanos y con sello de tu talento.
    Martha Ferrari

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  2. Estoy de acuerdo contigo, Martha. Los cuentos de Pilar son muy buenos. Gracias por entrar al blog.

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  3. Estoy de acuerdo contigo, Martha. Los cuentos de Pilar son muy buenos. Gracias por entrar al blog.

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